Description
Aún sentía la impotencia de haber presenciado cómo la migra bajó familias enteras del autobús en el que viajábamos, sin ninguna compasión. Recuerdo aquel momento en que mi familia fue separada de nosotras, nadie pudo hacer nada, lloraba y gritaba al ver que me arrancaban de mis padres y mis hermanas. Ahora, pasado el tiempo vuelvo a esos caminos de la memoria, sin saber lo que la vida me deparaba, no sabía si iba a ser lo suficientemente fuerte para sobrevivir en un nuevo lugar. Eran miedos, incertidumbre a lo desconocido. Me preguntaba: ¿Qué pasaría si todo lo que he soñado, es solo una falsa ilusión creada por mí? Y ya en tierra estadounidense, me abandoné a mi suerte. Sentí la brisa de la madrugada anunciando que había llegado a mi destino.
Me sentía tan pobre en un país tan rico y con un vacío en mi corazón. En esos mis primeros años aquí, por cada paso mío, los obstáculos se agigantaban: El idioma, mi físico, el color de mi piel, entre otros, fueron motivo de rechazos en la escuela, con amigas, en los trabajos. «La vida es para aguantar, entre más difíciles son los retos, más fuerte emergerá mi espíritu de guerrera mexicana», me repetía en silencio. Y me propuse a competir contra mí misma, contra corriente y poco a poco la vida me fue compensando con personas extraordinarias y hechos inesperados, porque, ante todo nunca ignoré esa voz interna que me decía: «Llora, ríe, levántate y sigue».